Por lo general en mi calle se respira una atmósfera rancia, desagradable, como si el olor de cien sartenes se pelease por ser el primero en entrar por tu nariz, sobre todo cuando en el bar de en frente hay cocido de primero.
Mi calle es una recta, sin más.
La acera debió ser blanca en su día y tiene un millón de chicles pegados como lágrimas de petróleo. No es raro tropezarse con los restos de las lunas del coche de algún desgraciado o con chorros de pintura roja que bien podrían ser sangre (seguramente los chavales han estado pintando una bici). 
Por lo menos, aunque pegajosos y hechos polvo, la acera conserva todos sus adoquines. Creo.

En un extremo de la recta, a mano izquierda, hay un descampado. En él iban a construir unos bloques pero se ha quedado como aparcamiento de último recurso o para bajar el perro a que cague. Cuando llueve se forma un barrizal asqueroso.
En la otra punta hay un parque con columpios llenos de firmas y marcas a navaja, unos aparatos ridículos para que los ancianos hagan gimnasia y un tobogán que no resbala. 
Si te dejas guiar por el olor a mierda llegarás ante un río marrón con unos meandros curiosísimos que parecen sonreír. Eso sí, ojo con resbalar que el paseo está sepultado por moho y ortigas. Como caigas al agua... No esperes que nadie venga a ayudarte.
Al final de la calle hay una rotonda que tiene un jardín desastroso: las malas hierban lo invaden todo. Parecen querer devorar incluso el asfalto las muy bestias. Siempre pienso que esta entrada dice: "bienvenido a un pueblo decadente". Si la conocieras sabrías de qué estoy hablando.

Hay muchos bares en mi calle. Me faltan dedos en las manos. En todos hay gente viendo fútbol o motos o coches o el deporte que cuadre en ese momento en la tele, da igual cual.  Es curioso: parroquianos tan deportistas pero que no se separan de la barra... Generalmente salen a echar el pito y continúan afuera la discusión de turno. Todos parecen tan tristes y tan llenos de rencor... No es raro encontrarse a mi padre en alguno.

El resto de las fachadas son viejas y se caen a pedazos o se han vuelto grises con el paso del tiempo.
También hay letreros con anuncios medio despegados o cubiertos por mierda de pájaro.
La carretera está bien asfaltada y no hay zona azul aunque los pasos de cebra apenas se distinguen. No obstante casi nadie cruza por ellos.

Mi ventana da a un patio de luces en penumbra. A veces el viento se cuela y silva.
Cuando quiero estar tranquilo o ver una peli se oyen las voces de alguna pareja discutiendo o el típico chulo que da acelerones al coche, no falla. 
Cuando me apetece salir y ver gente todos están en su casa durmiendo. 
También suele molestarme el sonido de una gotera persistente.

No me quejo de mi calle. Odio quien se queja de un sitio teniendo internet como herramienta de evasión.
Últimamente suelo asomarme bastante a la ventana. Entonces pienso que estoy abusando del café o mira a ese, cuánto tiempo hace que no lo veía o que, tal vez, debiera hacer algo más productivo con mi puta mierda de vida, entonces retomo algún libro o algún viejo disco y vuelvo a sumergirme en algo que me conduce a algo o que, por lo menos, me distrae aunque casi nunca logra hacerme sentir menos solo.



Legi
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