Ayer tenía cita en el médico.

Siempre que tengo que ir al médico aparco a tomar por culo porque me estresan el tráfico y los problemas para aparcar, así que acabo cruzando, a pie, la ciudad de punta a punta. 
Cuando volví al coche me di cuenta que todas las personas que me había cruzado eran demasiado viejas o demasiado altas o demasiado bajas o demasiado gordas o demasiado flacas o tenían una nariz demasiado aguileña o un mentón metido hacia dentro o se estaban quedando calvos o empezando a echar barriga o andaban encorvados o les salía pelo de las orejas. 
Muchas, prácticamente todas, parecían tristes y poco comunicativas. No eran más que el vivo retrato de algo que se está pudriendo. Sus pieles, que estaban flácidas y sin vida, tenían un desagradable tono grisáceo y una textura enferma atravesada por surcos de cansancio y de frío.
Alguno iba hablando por teléfono y dejaba entrever unos dientes como colocados al azar y con desgana manchados por el café. Otros iban a lo suyo, escuchando música, aunque nadie cantaba. 
Eso sí, no había cruce de miradas porque todas apuntaban al suelo como percatándose de su condición insignificante y caduca.
No vi gente disfrutando, en todo caso.

Luego llegué a casa y encendí el ordenador. Lo primero que hice fue entrar en Facebook a ver si tenía algún mensaje y, de repente... Gente riendo, saltando, besando, celebrando... Gente eufórica viviendo increíbles aventuras, disfrutando de la vida o superándose a sí misma. Gente que agradecía no-se-qué a otra gente y, en consecuencia, gente con un aura de buen karma  y positividad que te cagas.

.... Debía de haber estado paseando por la peor calle del mundo. 
Tengo que  recomendarle a mi médico que se mude de consulta.



Legi
016