no ha habido uno solo
que se haya sentado a hablarme,
a preguntarme:
¿Qué te ocurre? ¿Puedo ayudarte?
Pasan, de hecho, todos
corriendo,
ensimismados,
a clavarse, como flechas,
en el lomo del sol fatigado.
Y el sol, al morir,
va pintando un humo flojo
que agoniza mientras busca cobijo,
antes de sucumbir,
en un atardecer cobrizo.
Yo soy ese humo roto
diluido por el cielo
que ha renunciado al anhelo
en el fragor de un murmullo remoto...
...Remoto
¿Qué murmullo es ese?
...¡La muerte al imitar
el sonido de un reloj al contar!
015